Anecdota, que algo queda (del verbo 'anecdotar')




"Diario Aragón Exprés. Principio de los años 70.

El redactor gráfico del periódico, Fernando García Luna, termina de revelar el reportaje fotográfico que ha realizado en una competición hípica de importancia celebrada esa mañana en Zaragoza. Al terminar, y satisfecho por cómo han quedado las instantáneas de los saltos más espectaculares del concurso, presenta las fotos a Eduardo Fuembuena, director y propietario del diario. Fuembuena las mira una a una y luego las rompe por la mitad y las tira a la papelera mientras al fotógrafo se le ponen los ojos como ensaladeras.

-Vamos a ver, Luna. ¿Los caballos compran periódicos? ¿Ha visto usted alguna vez a un caballo comprando un periódico en un quiosco?

-Pues no, Don Eduardo.

-Gente, Luna. Sáqueme usted a la gente y déjese de caballos.

-Es que era un concurso hípico.

-El público, Luna. El que compra periódicos es el público Todavía, que yo sepa, no tenemos ni un solo caballo como suscriptor.

Véanse las hemerotecas. Tanto en el semanario Zaragoza Deportiva, como en el diario Aragón Exprés, ambos propiedad de Eduardo Fuembuena, aparecían más fotografías de los espectadores en los acontecimientos de la ciudad, que de los propios acontecimientos.

García Luna se hizo un experto en estar al tanto de los terrenos de juego, mientras fotografiaba mayormente a la gente de las gradas".

Ésta es una de las historias que se recogen en el libro Los caballos no compran periódicos, en el que se plasman las anécdotas de 111 periodistas de Aragón. (Para acceder a la versión íntegra aquí).

Leyendo este libro he recordado, como es inevitable, no sólo las 111 sino las 1.001 y aún más historias ‘verídicas’, chascarrillos y alguna que otra leyenda urbana que entre todos mis colegas periodistas podríamos reunir de los últimos 20 años de profesión en Asturias. No hace muchos días, en esa comida ‘fraternal’ con motivo de San Francisco de Sales, yo planteaba mi interés en escribir ese libro, con pseudónimo, claro, porque alguna de esas anécdotas nos podría suponer a los implicados en su difusión no volver a trabajar como periodista en la vida (como poco) o terminar flotando sobre la ría de Avilés (como mucho).

Sería divertido recordar las más llamativas boinas que se han puesto en la prensa regional. (Para los no iniciados, boina se refiere a la búsqueda de la conexión asturiana en cualquier tipo de noticia, hasta llegar a lo estrafalario. Ejemplo: el ‘asturiano’ que un periódico regional encontró en el Titanic).



Esto de la boina es internacional, no vayáis a creer que somos los únicos que nos miramos el ombligo. En la película The Paper (Al filo de la noticia), ésa en que Glenn Close y Michael Keaton se lían a puñetazos en la rotativa, hay una escena real como la vida misma que podría trasladarse a cualquier redacción asturiana y de cualquier ciudad o país del mundo: reunión de jefes de sección y redactores jefe para decidir que noticias se publicarán y con qué relevancia. Cada responsable canta su tema: Accidente de avión en las Bahamas. 45 muertos. Única pregunta como principal elemento de valoración de la misma: ¿Alguno de Nueva York?

En esta menestra ‘anecdotaria’, cualquier periodista asturiano recordará los desplantes y exabruptos con que se despachó Fernán Gómez en una de las ediciones de los Premios Príncipe de Asturias, la majestuosa melopea con que Umbral subió las escaleras del Campoamor a recoger su premio, indiferente al ceño fruncido con el que la Reina le observaba desde su palco, y la versión (aún no sé si leyenda urbana) que justifica el imparable ascenso de un colega autóctono hasta el gabinete de prensa de uno de los ministros más ministro del Gobierno del PP en la encendida recomendación que hizo de él un jefe de sección de un periódico regional, desesperado por librarse de sus insistentes llamadas para ofrecer sus servicios.


Todos conocemos aquel político que te llamaba desde el otro extremo del mundo, si era necesario, para preguntarte: ¿Me buscabas? Es que tengo una llamada perdida…. O aquél otro que, lejos de la accesibilidad informativa del anterior, respondía al móvil sólo hasta que se percataba de que quien le llamaba era un periodista. Entonces era atacado de una repentina sordera: ¿Velda…? ¿Eres tú…? ¡¡¡No oigo nada!!!! ¿¿Síiii..?? ¡¡¡No te oigo!!! Y te colgaba sin cortarse ni un pelo.

Había un tercero al que había que llamar siempre dos veces (complejo de cartero se te quedaba), la primera para explicarle qué deseabas preguntarle y la segunda para darle tiempo a escribirlo y no meter la pata. Dado que era el mismo que defendía en la Junta General del Principado la permanencia de las empresas ‘erradicadas’ en la región, era aconsejable esta precaución.

En mi particular top ten de anécdotas se lleva la palma José María Aznar o, siendo generosa, su jefe de prensa. Durante la campaña de las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 1995, como redactora de política de La Voz de Asturias y ante la imposibilidad de que el por entonces jefe de la oposición concediera una entrevista en persona, le envié un cuestionario de preguntas vía fax (bendito correo electrónico). El cuestionario, monotemático sobre la campaña electoral, no hacía la más mínima mención al atentado de ETA del que había salido ileso un mes antes.

Cuando vino de vuelta con las respuestas de Aznar, a mi cuestionario original le había nacido una pregunta que yo no había incluido sobre el mencionado atentado, y su respuesta (cito de memoria el inicio, pero guardo copia de la entrevista publicada para la posteridad) era: “No me gusta que me pregunten por el atentado porque no es un tema que desee rentabilizar en la campaña electoral”.


Fotos: La redacción de un periódico brasileño y un fotograma de The Paper.






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