No voy a descubrir aquí el talento de Aaron Sorkin ni el vendaval de aire fresco, innovación y compromiso que supuso El ala oeste de la Casa Blanca, no sólo para
la televisión, sino para la ficción en general. Como decía hoy alguien en las
redes sociales tras la concesión del Premio Príncipe de las Letras, ¿para cuándo
este galardón a un Sorkin o un Alan Moore?
Gracias al ala
oeste llegaron The Wire,
Breaking Bad o True Detective.
Gracias a Sorkin llegó una ficción televisiva apasionante y arriesgada,
indiferente al share y a la tiranía
del espectador medio. Gracias al presidente Jed Bartlet, una renunció a los
infumables blockbusters de la
pantalla grande y se quedaba en casa con la conciencia tranquila.
Pero si la pasión y la entrega con que Toby,
Josh, C.J., Sam, Leo y Donna se ocupaban de tejer los hilos de la política desde
el despacho del hombre más poderoso de la tierra te dejaba sin respiración, a mí
me ganó el sentido del humor de Sorkin. Ingenioso. Mordaz. Inclemente.
Aquí os dejo una prueba.